Este es un artículo creado por uno de nuestros alumnos del ciclo «Ajedrez Educativo -Monitor de Ajedrez-» para docentes y educadores en UNED TUDELA. Vamos a ir presentando, ocasionalmente, algunos de sus trabajos, porque en ellos sobresale el talento y nos parece que en cierto modo es sano rendirles un justo tributo.
En este caso el autor es Esteban Rubio Cobo. Ingeniero informático, tiene también un Grado en Humanidades y Filosofía junto a un Master en Big Data y otro en Business Inteligence.
El artículo nos presenta una historia del universo del ajedrez donde el hombre ha mantenido su primacía, muchísimas veces de modo excluyente, acorde a la evolución lenta humana respecto de la igualdad. Afortunadamente eso está cambiando con gran fuerza, aunque no en todos los países. Afortunadamente el Ajedrez Educativo que propugnamos va en la línea de potenciar una igualdad entre chicos y chicas.
Y ahora su estupendo trabajo, que creemos que gustará a cualquier persona de bien.
JAQUE A LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA EN AJEDREZ
Ciertamente, el estereotipo de “hombre” está en crisis, se le ha puesto en un brete, porque al igual que Simone de Beauvoir afirmaba “La mujer no nace, sino que se hace”, también podemos expresar desde una perspectiva de igualdad de género que “El hombre no nace, sino que se hace”, es por ello por lo que la masculinidad se encuentra en constante evolución, y debemos centrar su transformación y crítica desde un análisis plural y social basado en la ética y la igualdad.
Siempre ha habido terrenos abonados para las masculinidades, desde donde se han relegado a las mujeres no por méritos propios, sino, tal como afirma J. Vicent Marqués, por la trayectoria de la sociedad, represora y discriminadora[1].
Apunta Marqués que la consigna básica de la construcción social del hombre es “ser varón es ser importante porque las mujeres no lo son”[2], desde pequeños esta consigna se ha llevado a la práctica y se ha potenciado socialmente, hasta el punto de complacer a grupos sociales por el mero hecho de pertenecer a dicho grupo, donde las mujeres tenían vetada la entrada (o no), pero era terreno pantanoso tanto social como psicológicamente. Uno de estos grupos de masculinidad a lo largo de la historia, ha sido el asociado a las escuelas y torneos de ajedrez, tanto en España como fuera de ella.
Decía el sociólogo británico Eric Dunning, que el ámbito deportivo es, “uno de los principales cotos masculinos” (Elias, Dunning, 1986: 324)[3], y el ajedrez bien podría derivar en paradigma de la masculinidad, pues no es solo la práctica de este deporte, sino todo lo que ello lleva asociado.
Si preguntamos a cualquier neófito que nos diga el nombre de algún campeón de ajedrez, es probable que pueda respondernos a Garry Kasparov, Anatoli Karpov, Bobby Fischer o cualquier otro, pero si le decimos que nos diga el nombre de alguna campeona, difícilmente responderá, e incluso sin ser neófitos en la materia.
Estamos ante un juego que basa su normativa reglamentaria en campo de batalla dual, entre blancas y negras, bien podría ser un símil entre masculino-femenino, donde sólo una figura del juego, masculina, es la que controla la victoria o la pérdida, me refiero, como no, al “Rey”, porque no podía ser considerada una “Reina”, ya que aunque en nuestra historia hayamos tenido reinas, siempre han sido descalificadas por el hecho de ser féminas, recordemos a Isabel II, quien nada más llegar al trono, se le asignó el “es puta pero pía”, asignación atribuida al Papa Pio IX que contaba con el soporte de dicha reina[4], y eso sin entrar en casos como el de Juana I de Castilla, catalogada de Loca por todo el reino. No son casos únicos ni sesgos extrapolados de la historia, sino desgraciadamente fueron y son algo habitual.
Es cierto que alguien podría decirme que la figura de la “Reina” en el ajedrez es la de más valor comparada con el resto de las figuras. Recordemos que fue la reina Isabel I la que impuso una mayor libertad de movimientos de esta icónica figura en el juego, pero al igual que ese resto de fichas siempre estará supeditada al “Rey”, y añadiré que muchas veces se la designa despectivamente, como en México que se la conoce como “La Gorda”[5].
No es solamente los colores del tablero o las figuras del juego, es que al considerarse un juego deportivo masculino desde sus inicios, se le asemeja a la guerra, donde solo los varones van a la refriega bélica en la sociedad patriarcal, y si alguna mujer quiere jugar, no se necesita vencerla, porque tal y como subraya Marqués, el varón es importante por el hecho de serlo, y las mujeres no lo son, porque el papel femenino es el de “ama de casa, sin capacidad productiva y dependiente económicamente” (Beauvoir, 1981; Nash, 1983)[6]. Esta es también la consigna y base para la construcción social del varón del mundo ajedrecístico.
Aun llegando el momento donde la mujer se comienza a incorporar al juego, como en el caso del Club de ajedrez de Barcelona (1921), se animaba a los concurrentes con las siguientes palabras: “A aquellos desgraciados maridos que disfrutan de esas señoras insufriblemente charlatanas les recomiendo que procuren aficionarlas al ajedrez. Es un curioso descubrimiento que no sé si llegará a ser sensacional: jugando al ajedrez ¡las mujeres no hablan!” (Sánchez-Ocaña, 1935:14).[7] En realidad se las estaba preparando psicológicamente para no vencer a un hombre en el tablero.
Dice la socióloga australiana, Raewyn Connell en su apartado de defensa de la masculinidad que “las mujeres tienen menos facultad de razón”[8], no quisiera que se malinterpretase las palabras de Connell, ya que no lo afirma como tal, en ningún caso afirma que mermen las capacidades de la mujer, sino que lo sitúa como previa a entender la masculinidad hegemónica, y más bien por aquello de te lo digo del revés para que me entiendas, es por lo que la campeona de EE.UU. de ajedrez (1945), Gisela Kahn Gresser llegaría a afirmar: “Me parece que tal vez la razón por la que tienen más concentración [los hombres]… es porque las mujeres son demasiado inteligentes. Tienen cosas más importantes que hacer antes que jugar ajedrez”[9].
Sea como fuere, la masculinidad y su hegemonía reivindican su liderazgo en el juego del ajedrez, subordinando la femineidad a través de un juego de poder, donde el único objetivo es matar al Rey. Lugar idóneo para recordar la cita de Raewyn Connell “Nadie es un espectador inocente en este escenario de cambio”.[10] El hombre domina el reinado del tablero, y su masculinidad queda patente, ¿por qué arriesgarse a jugar contra una mujer?
Si como afirma el sociólogo estadounidense Michael S. Kimmel, “Igualamos la masculinidad con ser fuerte, exitoso, capaz, confiable y ostentando control”[11],entonces el juego del ajedrez tiene su parangón con los mismos atributos y adjetivos, hasta que apareció en escena Susan Polgar (1980), que al clasificarse para el mundial masculino de ajedrez, se tuvo que eliminar la palabra “masculino” de la reglamentación, y el mundial pasó a ser en “abierto”, por lo que únicamente las mujeres podían participar en su propio “Mundial femenino” y en el “Mundial abierto”, mientras que en la actualidad los hombres únicamente puede participar en el “abierto”, un claro jaque al Rey, y no es baladí, pues la eurodiputada socialista María M. Sornosa propuso no hace tanto, la abolición de los torneos femeninos (1999-2004)[12], en una clara posición de gambito de dama preludio de ese jaque al Rey..
En cuanto a las masculinidades como relaciones de poder, es el propio Kimmel quien hace el símil con el ajedrez, “El que al terminar tiene la mayoría de las piezas, gana”[13], porque la masculinidad lleva implícito el poder y dominio del resto, mujeres y hombres subordinados, contra más mejor, un poder del que nos habla Michael Kaufman que también lo relaciona con masculinidad, en la búsqueda de una aproximación “homosocial”, con el fin de realizar un jaque mate que nos otorgue privilegios, poder y superioridad.
Hemos visto cambios en la masculinidad hegemónica dentro del escenario ajedrecista, como el que he definido como gambito de Sornosa citado anteriormente, son tímidos e iniciales, pero sin duda son un gran logro sabiendo que venimos de opiniones arcaicas como la del campeón del mundo Bobby Fischer:
“Son todas débiles, todas las mujeres. Son estúpidas en comparación con los hombres. No deberían jugar al ajedrez. Son como los principiantes. Pierden todas las partidas en contra de un hombre. No hay una jugadora mujer en el mundo que no pueda dar los caballos y aun así vencerla.”[14]
El cambio de paradigma es necesario, la sociedad evoluciona y los casi imperceptibles cambios hegemónicos de las masculinidades ajedrecísticas son prueba de ello, ahora le toca mover turno al/la contendiente.
Esteban Rubio Cobo
2021.
[1] VALDÉS Teresa y OLAVARRÍA, José. Masculinidad/es. Poder y Crisis. Ed. De mujeres, 24. Flacso. Chile. Apart. Varón y Patriarcado de MARQUÉS, Josep-Vicent.
[2] VALDÉS Teresa y OLAVARRÍA, José. Masculinidad/es. Poder y Crisis. Ed. De mujeres, 24. Flacso. Chile. Apart. La consigna básica de la construcción social del varón, de MARQUÉS, Josep-Vicent. Pág. 19.
[3] BRASÓ RIUS, Jordi. Los inicios de la mujer en la práctica del ajedrez en España (1922-1935), Pág. 335. Investigaciones feministas, Vol. 7, Núm. 2, 2016. Universidad de Barcelona.
[4] Curiosidades de la historia. 07/10/2018. M. B. El español. https://www.elespanol.com/cultura/historia/20181007/puta-pia-isabel-ii-reina-ninfomana/343216709_0.html
[5] MORSA, Manuel. Comerse la gorda. 2:44 min